La empatía es una cualidad deseada. Desarrollarlo debería hacernos mejores, pero cuando se convierte en una carga emocional puede doler, incluso mucho.
Última actualización: 21 de junio de 2021
La empatía, junto con una buena inteligencia emocional, es una ventaja adaptativa. Nos puede ayudar en la sociedad y en el trabajo. Sin embargo, cuando esta capacidad de percibir y reconocer las emociones de los demás es extrema, corre el riesgo de abrumarnos, bloquearnos o limitarnos. En realidad, ser demasiado empático a veces puede doler. ¿Cómo puedes evitarlo?
A veces ser demasiado empático puede interferir en algunos procesos de toma de decisiones, como elegir inteligentemente la posición a adoptar frente a los problemas de los demás o tomar las decisiones más acertadas del caso.
Si te reconoces en esta descripción, encontrarás en las siguientes líneas algunos consejos para afrontar mejor la situación.
Ser demasiado empático puede doler: desmitificando la empatía
Los amigos de personas particularmente empáticas agradecen tener a alguien cerca de ellos que pueda entenderlos emocionalmente, tan profundamente.
Sin embargo, al igual que con los medicamentos, hay efectos secundarios asociados con la sobredosis: si la dosis controlada ayuda al cuerpo a sanar, es probable que una dosis demasiado alta cause mucho daño. Lo mismo ocurre cuando se hace un uso prolongado o demasiado frecuente de la misma droga.
La empatía se asocia a menudo con el sentimiento de justicia universal. Esta creencia otorga a la empatía casi un valor moral, llevándonos a creer que las decisiones basadas en esta cualidad son más justas y correctas. Sin embargo, este no es siempre el caso.
Tras el Putsch de Múnich, una pareja se cuidó y se escondió de la policía, Hermann Göring -uno de los lugartenientes de Hitler- resultó gravemente herido. La pareja murió tiempo después en un campo de concentración.
Ser demasiado empático a veces duele, ¿qué hacer al respecto?
El sufrimiento que provoca la empatía tiene un amplio espectro que va desde el dolor físico hasta el contagio emocional. Este último, aunque no es negativo en sí mismo, puede convertirse en un problema e incluso interferir en el curso normal de la vida diaria.
En general, el sufrimiento que provoca el exceso de empatía está íntimamente ligado al peso de las emociones de los demás o a su gestión. En este sentido, en las siguientes líneas te presentamos algunos consejos para recuperar el control de las emociones.
1. Concéntrate en tus propias necesidades
Puede sonar egoísta, pero nuestra salud mental y física corre peligro de deteriorarse si ponemos nuestros propios intereses en un segundo plano para priorizar los de los demás.
Por lo tanto, antes de decidir ayudar a una persona, debe verificar que realmente puede manejar la situación. Esto, de hecho, es una de las principales razones por las que demasiada empatía causa sufrimiento.
Priorizarte a ti mismo no está nada mal. Si no estás en posición de ayudar a alguien, corres el riesgo de no tener éxito y solo terminarás cansándote más.
3. Los problemas de los demás no son los nuestros
La intensidad de las emociones que suscita la empatía puede llevar inconscientemente a asumir los problemas de los demás. Algunas veces distanciarse de la persona puede ayudar a reducir la intensidad de la empatía y hacer que sea más fácil pensar en soluciones útiles.
Reducir el contacto personal con las personas que necesitan ayuda es una de las mejores estrategias, ya que la empatía se activa principalmente a través de la vista y el oído. A menudo, un mensaje de texto es más útil que una conversación en vivo.
4. Si la empatía provoca malestar, hay que relativizar
Lo ideal sería tener un interruptor para encender y apagar la empatía cuando es intensa. Desafortunadamente, sin embargo, no es posible en absoluto, pero siempre se puede relativizar este sentimiento; es decir, no te lo tomes demasiado en serio ni uses el sentido del humor.
De esta forma, es posible trazar una línea divisoria entre la emoción y su observación externa. Esto también reduce la fatiga de la compasión.
5. Establece límites
Ser muy empático es un don que nos permite conocer la realidad de los demás y sintonizarnos con ellos. El sufrimiento y la alegría que provoca la empatía son genuinos, no un reflejo o solo una idea.
Vampiros emocionales, narcisistas, enfadados o autocompasivos son algunos de los perfiles a evitar para establecer una relación interpersonal. Si no tiene otra opción que tratar con ellos, establezca límites que no permitan que estas personas se aprovechen de su capacidad para ponerse en su lugar.
6. Ser demasiado empático causa sufrimiento: labrarse un espacio para uno mismo
La soledad y la calma son muy útiles para recargar las energías invertidas durante el día. Apartar un tiempo y un lugar para hacerlo no es en modo alguno un acto egoísta: evitar quedarse sin pilas te permitirá cuidar de ti y de los demás de la mejor manera posible.
Como ves, la empatía puede producir efectos muy diferentes en función de los distintos componentes de nuestra inteligencia emocional. Una gran empatía, junto con la capacidad de regular y gestionar las emociones, puede ser un gran beneficio.
Sin embargo, hasta podría convertirse en una gran condena si los dos componentes no están cualitativamente bien sincronizados.