Última actualización: 15 agosto 2020
En nuestro día a día estamos llamados a tomar cientos de decisiones, muchas de forma automática, mientras que para otras necesitamos reflexionar. Aunque las emociones inciden en cada una de estas decisiones, en ocasiones los sentimientos intensos pueden hacer que adoptemos comportamientos contrarios a nuestros valores o nuestros intereses. Para evitar esto, tienes que convertirte en un experto en emociones. Al educar a los niños en el control emocional desde una edad temprana, se encontrarán en una posición ventajosa.
Las emociones nos dan la motivación para actuar, el impulso de realizar una acción. Y es durante la infancia cuando empezamos a notar sus efectos, aunque son pocos los niños, pero también los adultos, que se paran a pensar en ello. La infancia es, por tanto, una etapa propicia para sentar las bases y proporcionar las herramientas adecuadas para convertirse en expertos en emociones.
De esta forma, las emociones no conducirán al niño; por el contrario, será él, a través de un ejercicio de autocontrol, quien utilizará la energía que de él emana para adoptar actitudes y comportamientos acordes con el sistema de valores que está construyendo.
Cómo convertir a los niños en expertos en emociones
Primer paso
El primer paso es conocer las emociones primarias. Esto quiere decir que además de saber qué es, necesitas conocer sus funciones. Las principales emociones a conocer son la ira, la tristeza, la alegría, la curiosidad, la pena, el amor y, en el caso de los niños un poco mayores, la vergüenza.
Algunas, como la ira, generan en nosotros el deseo de pegar, insultar o agredir a los demás. Otros, como la felicidad, nos ayudan a ser más abiertos, disponibles y generosos.
Segundo pasaje
El segundo paso en este ascenso para convertirse en un experto en emociones es distinguir las diversas emociones. Ser capaces de reconocerlos en nosotros mismos y en los demás. Sin embargo, sin el paso anterior, el siguiente resulta imposible de realizar.
No es posible reconocer lo que uno no sabe. Si conocemos los gestos, las miradas y los comportamientos que generan las emociones primarias, seremos capaces de reconocerlos rápidamente. Por esta razón, es fundamental que los niños aprendan a identificar las emociones que sienten llamándolas por su nombre. Por ejemplo, podemos ayudarlos a tomar conciencia de su estado emocional con frases como “estás tan feliz que no puedes quedarte quieto ni un momento” o “quieres pegarle a tu hermano porque estás enojado”.
Tercer paso
Este paso es para legitimar las emociones que sienten los niños. En otras palabras, hay que complacer las emociones de los más pequeños e involucrarse siempre que sea posible. Es decir, que antes de recurrir a las frases habituales como "no llores, no ha pasado nada malo" o "no entiendo cómo te puede asustar algo así", deberíamos pronunciar frases como "es normal que que te sientas así”, “Entiendo que puede ser duro”, “A todo el mundo le pasa sentirse frustrado cuando a pesar de los esfuerzos no consigues lo que quieres”.
Educar a los niños en el conocimiento de las emociones, debemos tratar de ponernos en sus zapatos. Ser empático significa aceptar sus sentimientos, al mismo tiempo que se brindan alternativas para canalizarlos más allá de las conductas tentadoras e impulsivas que llevan a adoptar.
Cuarto paso
En este punto el niño estará preparado para aprender a regular sus emociones. Estos no se pueden detener, pero aún es posible manejar los comportamientos que desencadenan y el diálogo interno que inician. Para intervenir sobre los comportamientos, es necesario hacer una distinción entre emoción y comportamiento.
La emoción es lo que sentimos, el comportamiento es lo que hacemos. Sentir ira no justifica que lastimemos a los demás. Los niños necesitan que se les enseñe que entre las emociones y los comportamientos existe la conciencia, por lo que detrás de nuestros comportamientos siempre hay un margen de decisión. Es precisamente en este margen que debemos trabajar.
Todavía siguiendo el ejemplo de la ira o la ira, los ejercicios de relajación son una gran herramienta, además de maneras educadas de corregir a los demás para que no vuelva a aparecer la agresión.
Quinto paso
La reflexión es una actividad mental que nos humaniza, y es fundamental ponerla en práctica para convertirnos en expertos en emociones. Reflexionar sobre las emociones que sentimos, pero también sobre las sensaciones, pensamientos y acciones que siguen es el siguiente paso.
Ayudar a los niños a hacer una pausa y reflexionar sobre lo que les está pasando es una buena forma de que conozcan mejor sus emociones y aprendan a gestionarlas.
Sexto paso
A medida que continuamos en nuestro viaje hacia la conciencia de las emociones, nos encontramos chocando con el hecho de que a veces las emociones no son adaptativas. Por ejemplo, si obtenemos una beca pero nuestro amigo no puede, expresar nuestra alegría no será adaptativo.
Lo que hay que hacer es usar la empatía para robar las emociones de otras personas y adaptar nuestro comportamiento a la situación. Es por ello que se debe enseñar a los niños las formas más efectivas de gestionar sus emociones, especialmente las desagradables.
Séptimo paso
El último paso es desarrollar una historia de eventos. es decir que hay que darle un sentido o una explicación a lo que pasa. Es como contar una historia. Si una niña pequeña tiene un mal sueño y se despierta llorando y gritando, hay que decirle que tuvo una pesadilla y sintió miedo, por eso se echó a llorar. En este punto es fundamental que el niño comprenda que su pesadilla no tiene por qué convertirse en realidad.
Dar estos siete pasos para convertir a los niños en expertos en emociones no es fácil. Hay que encontrar el tiempo, tener mucha empatía y sobre todo paciencia. Sin embargo, al enseñar a los niños a manejar sus emociones, les garantizamos un futuro mejor. Les brindamos las herramientas que necesitan para evitar conflictos y disfrutar de una mejor salud emocional en el futuro. Después de todo, los educamos para que se conviertan en expertos en el sector.