La validación es el punto de partida en muchos contextos de ayuda. Es, de hecho, uno de los principales elementos para la eficacia de esta intervención. Descubre en qué consiste.
Última actualización: 23 de mayo de 2020
Validar una emoción o la historia de una persona es un logro tan importante que constituye el pilar de la mayoría de las intervenciones de ayuda. Muchas personas en la sesión se sienten extrañas, fuera de lugar, como lanzadas a un océano de emociones que desconocen y en el que no saben navegar.
Hace unos días Alice aseguraba que no podía justificar su inmensa tristeza con una familia maravillosa como la suya y un trabajo que al fin y al cabo no estaba nada mal. Francesco, por otro lado, estaba enojado consigo mismo porque nunca se había esforzado lo suficiente en la vida.
Luca estaba en un estado de ansiedad porque le habían cambiado el turno y su hijo salía de la escuela antes de que pudiera ir a recogerlo. También estaba enojado consigo mismo porque se sentía así: sabía que no era un problema y que a lo sumo, hijo, solo esperaría cinco minutos. Pero lo que realmente significa validar una emoción. Averigüémoslo en este artículo.
es normal sentirse asi
Una de las primeras ideas que trataremos de transmitir a Alice, Francesco y Luca que es perfectamente normal sentirse así. Que no son “locos emocionales”, que sienten una emoción coherente, no tanto con el mundo, sino con la realidad paralela que se han construido. Aquel en el que prácticamente operan.
Con la validación, por lo tanto, en primer lugar, la persona deja de sentirse rara. Se podrá intervenir más o menos, pero en ningún caso será en mora. Puede ser más sensible, más neurótico o llevar consigo un montón de ideas irracionales, pero el problema no estará en su naturaleza de todos modos.
Es el momento en el que le decimos al paciente/cliente que tiene el poder de mejorar. ¿Qué? Por ejemplo, gestionar tus emociones o establecer prioridades. La validación, por tanto, también sirve para devolverle algo de ese control que puede creer que ha perdido.
En ese sentido, la validación también es un recurso maravilloso para cuidar las relaciones. Si se hace bien, va un paso más allá, un enfoque que nunca generará rechazo. Al mismo tiempo, comunicamos al otro que lo hemos escuchado atentamente (escucha activa).
Validar una emoción es reconocer
Advertencia: para afirmar que lo probado es normal, no significa que el problema que enfrenta sea extraordinario o no, o que la intensidad emocional que experimenta sea realmente útil. De nada serviría decirle a Luca que no hace nada si su hijo espera un poco, porque él ya lo sabe y en cierto sentido ya se ha castigado a sí mismo. Al insistir en esta idea, solo lograremos que se sienta peor, más extraño. Al igual que sucedería con Alice.
Por eso decir "deja de estar triste" o "no hay razón para sentirte así" es totalmente contraproducente. Estos imperativos no sirven para que una persona se sienta mejor.
En cambio, pesan una carga que ya se está transportando. Si hay algo que la persona necesita es todo lo contrario, a saber, que greconocen el esfuerzo, que es pelear esa batalla.
Validar una emoción: el mejor punto de partida para la ayuda emocional
A través de la validación, abrimos las puertas a la expresión emocional, sin miedo a que la persona se sienta juzgada o criticada. Además, como ya se dijo, le devolvemos el control de las emociones. Colocándonos, además, como figura de apoyo, de ayuda.
Sentirá que la entendemos, que hemos agarrado el otro extremo de la cuerda que nos tiró y, por tanto, nuestras posibilidades de ayudarla aumentarán considerablemente.
Como puedes ver, validar una emoción es uno de los elementos esenciales detrás de cualquier relación, pero es particularmente importante en entornos clínicos. Y también es cierto en contextos de emergencia. Por ejemplo, una persona puede estar muy desorientada porque no puede sentir una profunda tristeza por haber perdido a familiares en una tragedia.
Tal entumecimiento emocional podría llevarla a concluir que no los amaba lo suficiente y sentirse culpable por ello. Consideremos ahora que la manifestación de la culpa y la tristeza pueden tener características en común. ¿Cómo podemos ayudarte si no somos capaces de reconocer el cuadro clínico al que nos enfrentamos?