Ver a los demás en dificultad nos produce angustia, ayudarlos la alivia. Siendo así, ¿podemos realmente hablar de solidaridad? Averigüemos qué dice la ciencia al respecto.
Última actualización: 19 de febrero de 2022
Cuando ayudamos a un familiar, amigo o extraño que encontramos en la calle, nos sentimos desinteresados. y bueno. Correr en ayuda de una persona necesitada nos hace sentir mejores personas, con valores y alta moralidad. Por el contrario, si negamos nuestra ayuda nos sentimos egoístas, y nos consideramos egoístas aquellos que se niegan a ofrecer ayuda a los demás. ¿Y si este comportamiento no fuera completamente desinteresado?
¿Alguna vez has pensado en las motivaciones detrás de la voluntad de ayudar, de ser generoso con los demás? ¿Estás seguro de que la comprensión y la empatía siempre nos impulsan?
¿Y si el deseo de contribuir al bienestar de los demás no estuviera motivado por la solidaridad? Algunas investigaciones han explorado este campo y han llegado a una conclusión interesante.
¿Ayudamos por empatía o por ansiedad?
Las conductas prosociales implementadas por el ser humano han sido objeto de estudio e investigación durante décadas. ¿Por qué ayudamos? ¿Nacemos con esta predisposición o es un comportamiento aprendido? Estas y otras preguntas siguen siendo fuente de debate.
Se ha demostrado que ver a alguien con dolor activa las mismas redes neuronales que están involucradas cuando experimentamos dolor de primera mano. En cierto modo, somos capaces de hacer nuestro el dolor de los demás.
Pero, ¿qué sentimos exactamente en estas situaciones? La hipótesis más confirmada parece ser aquella según la cual, Ante una persona necesitada, podemos reaccionar de dos formas:
- Sentimos angustia, pena, preocupación o miedo por su situación.
- Sentimos compasión, comprensión: estamos sinceramente conmovidos.
Que despierte en nosotros una u otra gama de emociones depende de diferentes factores. Primero, de la situación concreta de sufrimiento en que se encuentra el otro, y luego de nuestra disposición personal.
Ante un mismo evento, dos personas pueden tener reacciones diferentes. Y la misma persona puede reaccionar de manera diferente ante dos situaciones distintas.
¿Qué nos motiva?
Ya sea que despierte en nosotros la angustia o la compasión, es probable que en ambos casos ayudemos a quienes necesitan ayuda. Pero las razones en los dos casos serán muy diferentes.
Cuando nos sentimos alarmados, sentimos pena o nos preocupamos, nuestro modelo de actuación es, por tanto, egoísta. Ayudamos al otro a calmar el malestar que sentimos al verlo en dificultad. En reversa, si nos sentimos conmovidos, actuaremos por una motivación verdaderamente altruista, dirigida a reducir el sufrimiento de los demás y no el nuestro.
Esta realidad ha surgido en algunas investigaciones con grupos de estudiantes universitarios. Se ha demostrado que el modelo de ayuda que se activa depende de la emoción sentida. Quienes sintieron angustia actuaron impulsados por la motivación de reducirla; los que sentían compasión tendían a satisfacer las necesidades del otro.
No podemos elegir qué tipo de respuesta se activará en nosotros. Por lo tanto, es injusto decir que uno de los dos grupos está dotado de valores morales más altos que el otro. Además, un hecho interesante surgió en uno de los experimentos.
Cuando ayudar implicaba un alto sacrificio personal, aquellos que tendían a empatizar mostraban un modelo a seguir egoísta. Aparentemente, un sacrificio personal cancela el impulso desinteresado inicial.
¿Somos seres solidarios?
Estos hallazgos se suman a la eterna pregunta: ¿Hasta qué punto los seres humanos son solidarios, desinteresados y generosos? Ya sabíamos que, en muchas ocasiones, ayudar a los demás nos hace sentir gratificados. Pero ahora sabemos que también actuamos para contrarrestar nuestro malestar.
Desde el momento en que nuestras emociones entran tanto en juego, ¿realmente podemos decir que lo que nos impulsa a la acción es la preocupación por el otro? Cualquiera que sea la respuesta o motivación latente, las conductas prosociales son útiles. Ayudan a quienes las reciben y, al parecer, también a quienes las realizan. Es importante seguir promoviéndolos para una mejor convivencia social.