Manejo de las emociones en los docentes.

Manejo de las emociones en los docentes.

El manejo de las emociones es extremadamente importante para un maestro. Previene el estrés y evita situaciones que también pueden perjudicar a los alumnos.

Manejo de las emociones en los docentes.

Última actualización: 18 de febrero de 2022

Todos hemos tenido que lidiar con profesores que no disfrutaban de una vida sana gestión de las emociones. Maestros conflictivos con los alumnos, profesores carentes de empatía o que castigaban sin razón. A veces, incluso pueden llegar a chocar con los estudiantes.



La gestión de las emociones de los profesores se trata de su capacidad de controlar emocionalmente. Es una habilidad que rara vez se nos enseña. Desafortunadamente, de hecho, se le da mucha importancia a los conceptos, pero no a su aplicación.

Cuando hablamos de la falta de manejo de las emociones, ciertamente no queremos culpar a los maestros. A menudo hacen lo que pueden, pero no tienen las herramientas adecuadas.

Del lado de los maestros

En muchos casos, los profesores se sienten abrumados por la ansiedad por todos los problemas que enfrentan. Alumnos con situaciones familiares difíciles, padres que no asisten a las reuniones, exigentes o conflictivos... Es difícil encontrar el espacio adecuado para gestionar las emociones.

Por ejemplo, la intimidación ha aumentado en muchas escuelas. ¿Quién prepara a los docentes para hacer frente a estas situaciones de violencia? Pocos de ellos han tenido la oportunidad de aprender a gestionar las emociones en grupos conflictivos. Muchos, sin embargo, han vivido esta experiencia.

Para gestionar la dimensión emocional de un grupo de alumnos es necesario saber gestionar primero la propia. Cuando entra en el aula, el profesor no se convierte en una máquina. No deja sus emociones fuera de la puerta del aula. Las lecciones también se componen de emociones, como lo es el placer de enseñar.


Por otro lado, muchos alumnos abandonan sus estudios precisamente porque el maestro ha agotado la alegría y el placer de enseñar. La influencia de los profesores es tal que afecta a los alumnos de forma positiva o negativa. Por tanto, una correcta gestión de las emociones tiene consecuencias positivas para todo el grupo.


La gestión de las emociones del profesorado: competencias básicas

Hay cinco habilidades básicas para ayudar a los maestros a manejar las emociones. Para presentarlos, elegimos la organización creada por Peter Salovey.

  • Autoconocimiento: es importante conocer sus emociones y cómo afectan sus pensamientos y acciones. Esto le permite mejorar y obtener una mayor conciencia.
  • Control emocional: permite dominar la impulsividad. Te permite gestionar una situación estresante o un momento de caos en el aula.
  • Habilidades de motivación: ayuda a motivarnos y, en consecuencia, a motivar también a los demás.
  • Empatía: te permite sintonizar con tus alumnos y entenderlos. A veces, un estudiante apático esconde una situación familiar difícil.
  • Habilidades sociales y de liderazgo: facilitar la interacción efectiva con el grupo. De esta forma el profesor se acerca a ellos, pero mantiene su rol de líder.

Una protección contra el estrés

Saber gestionar sus emociones permite al profesorado disfrutar de diferentes recursos para hacer frente a determinadas situaciones. En caso de estrés, las acciones realizadas pueden tener un impacto positivo en el aprendizaje de toda la clase. Esto se debe a que el maestro es capaz de evitar trastornos causados ​​por el estrés o la ansiedad.


Además, aprendes a afrontar nuevos retos. Por ejemplo: una clase conflictiva, demasiado llena, la falta de motivación para estudiar...

Vivimos en una sociedad donde se necesita educación en valores. El alumno debe sentir al maestro cerca, saber que lo comprende. Los profesores tienen una enorme influencia, pero a veces no son conscientes de ello.

Es bien sabido que la profesión docente no es sencilla. Las lecciones, los alumnos y la ansiedad de llegar a cualquier parte provocan una sensación de opresión. Pero recordemos que hasta hace unos años nosotros también nos sentábamos en esos pupitres. Y también nosotros, a veces, hemos pensado: “nadie me entiende”.


En esa situación, la mirada condescendiente del profesor no nos interesaba. En cambio, hubiera sido agradable si se hubiera acercado a nosotros al final de la lección para decirnos una palabra de consuelo o hacernos sentir especiales. Y, sobre todo, saber que no lo había olvidado cuando él también estaba sentado en los pupitres de la escuela.

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