¿Quién no ha experimentado miedo al menos una vez en su vida? Pero ¿cuál es su función? ¿Realmente el miedo sirve para algo? Parece que sí, mucho más de lo que piensas. Hablamos de ello en este espacio.
Última actualización: 01 octubre, 2020
El miedo (o pavor) es una de las seis emociones principales (alegría, tristeza, asco, ira, miedo, sorpresa) descritas por Charles Darwin en 1872, cada una con sus propios gestos: ojos abiertos, boca temblorosa y sensación de perplejidad. Pero, ¿para qué sirve el miedo?
Aunque todos sentimos esta emoción a lo largo de nuestra vida, muchos no tienen muy claro cuál es su función -si es que existe- y qué mensaje nos quiere transmitir. Porque ¿qué sería de nosotros si no hubiera miedo? ¿Podríamos vivir alguna vez una vida desprovista de esta emoción? ¡Averigüémoslo juntos!
¿Qué es el miedo?
Cada emoción tiene un propósito. La ira ayuda a identificar los límites que no se deben traspasar, la sorpresa a reconocer y descubrir, la alegría a compartir, el asco a rechazar, la tristeza a reflexionar y… ¿para qué sirve el miedo? Nos ayuda a protegernos del peligro.
El miedo como tal se puede definir, según el diccionario Treccani, como · un estado emocional consistente en un sentimiento de inseguridad, pérdida y ansiedad ·. Esta palabra proviene del latín pavor que tiene un significado similar y se le asocian varios términos, como "susto, alerta, miedo, sospecha, aprensión, peligro, terror, horror, sándwich, fobia, shock".
Sentir miedo, por tanto, es una respuesta biológica congénita que da la posibilidad de desarrollar una reacción de defensa ante el peligro.
Es una característica genética moldeada por siglos de evolución y que nos ayuda, gracias a una respuesta rápida y automática, a protegernos de situaciones de amenaza y peligro potencial, es decir, permite nuestra supervivencia.
Es una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro. (real o imaginario) que ocurre en todos los animales.
¿Para qué sirve el miedo?
El miedo nos permite organizar un patrón adaptativo y representa un mecanismo de supervivencia y defensa para reaccionar rápida y eficazmente ante situaciones de peligro. Por lo tanto, podemos afirmar que el miedo es una emoción normal y positiva para la supervivencia, no sólo del individuo, sino de la especie.
Puede considerarse normal cuando su intensidad es proporcional a la amenaza. Es decir que el objeto que genera miedo tiene características que podrían perjudicar la vida de la persona.
La relación entre el cerebro y el miedo
La mayor expresión del miedo es el terror., pero en el campo de los miedos patológicos la intensidad de esta emoción no ve ninguna correlación con el peligro potencialmente generado por el objeto. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de las fobias hacia los animales, que desencadenan un ataque de pánico ante la presencia de un gorrión, una rana o un perro. Además, también hay miedo como consecuencia de la ansiedad.
Por otro lado, esta emoción es objetiva y nos lleva a desarrollar ciertos comportamientos y una respuesta fisiológica compleja. Por ejemplo, en situaciones de emergencia que amenazan la vida, uno se activa reacción de alerta que parece estar programada en todos los animales, incluso en humanos. Este fenómeno se llama respuesta de lucha o huida.
El ciclo comienza con la percepción de un estímulo a través de los sentidos, con el oído o la vista, que llega al tálamo; este actúa como un repetidor y produce una evaluación cognitiva durante la cual se comprende si el estímulo representa un riesgo o no.
En caso de peligro, se activa la amígdala y el eje hipotálamo-hipófisis, lo que estimula las glándulas suprarrenales provocando un fuerte subidón de adrenalina ante situaciones extremas. El objetivo es movilizar al individuo para que tenga una reacción. que le permite superar la difícil situación.
El miedo pone en alerta a varios sistemas
El miedo activa el sistema cardiovascular, haciendo que los vasos sanguíneos se estrechen. Como resultado, aumenta la presión arterial y disminuye el suministro de sangre a las extremidades. El exceso de sangre se redirige a los músculos, donde permanece disponible para los órganos vitales en caso de que ocurra una emergencia.
Las personas a menudo se ponen pálidas como resultado de la reducción del suministro de sangre a la piel. Se producen escalofríos y piloerección, reacciones que conservan el calor en presencia de vasoconstricción. Estas reacciones de defensa pueden dar lugar a cambios bruscos de calor y frío, habituales en casos de miedo extremo.
La respiración se acelera y, en general, se vuelve más intensa, con el fin de ofrecer el oxígeno necesario para una circulación sanguínea más intensa.
El cerebro recibe más oxígeno y esto estimula los procesos cognitivos y las funciones sensoriales que le permiten mantener la guardia alta y pensar rápidamente en situaciones de emergencia. Pero no solo:
- El hígado libera más glucosa en el torrente sanguíneo., energizando varios músculos y órganos clave, como el cerebro.
- Las pupilas se dilatan, probablemente para ayudar a ver qué está pasando.
- La audición se agudiza para detectar el peligro y la actividad del sistema digestivo se suspende, lo que resulta en un menor flujo salival.
- En unos pocos minutos, la evacuación de materiales de desecho y la interrupción de los procesos digestivos preparan aún más al cuerpo para una acción y actividad concentrada, por lo que a menudo se sienten ganas de orinar, defecar e incluso vomitar.
¿Para qué sirve el miedo? Lucha, huida o parálisis
La reacción de lucha o huida es esencial para la supervivencia.; Hace miles de años, cuando los humanos vivían en medio de la naturaleza, aquellos que tenían una reacción rápida ante la presencia del peligro lograban sobrevivir.
El hombre, en el rol de cazador para alimentar a su tribu, se sentía constantemente amenazado por los animales, condición que mantenía en entrenamiento a la amígdala.
La huida es una forma de esquivar el peligro, aunque enfrentarse a él sea una forma de defensa.. Sin embargo, la antecámara de ambas reacciones es la parálisis. Este es el mecanismo cognitivo y neurofisiológico que hemos descrito, el momento de preparación para implementar una estrategia de acción.
Silencio paralizado - acción que precede a la acción - agudiza la vista y el oído. Sentimos que los latidos del corazón se aceleran, la respiración se vuelve más intensa y los músculos se tensan. Sentimos un movimiento intestinal, una congelación de movimientos, en los que dirigimos la atención, tenemos pensamientos catastróficos, temblamos y sudamos.
Sentir miedo es fundamental
Si una de las funciones del miedo es estimular la acción inmediata y decisiva, como huir o enfrentarse al peligro, por su parte, la expresión facial provocada por el miedo permite comunicar a los demás la presencia de una amenaza inminente. Este aspecto aumenta las posibilidades de supervivencia de nuestros semejantes.
Por lo tanto, no hay razón para negar el miedo, dada su importancia para la supervivencia. Hasta tal punto que nos permitió adaptarnos a la vida, defendernos de los peligros y sobrevivir en condiciones extremas. Y todo ello a lo largo de nuestra evolución desde los primates hasta el Homo sapiens sapiens.