Vivir sin alegría no es vivir, es sobrevivir. Cuando normalizamos una vida sin esa sensación que nos hace cosquillas en el alma y en el corazón, nos limitamos a navegar desesperados, en esa superficie donde ya no caben los sueños ni las segundas oportunidades.
Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Vivir sin alegría es como existir sin sentir los latidos de tu corazón, el impulso del entusiasmo, el manantial de la esperanza cotidiana. Más allá de lo que podamos creer, hay muchas personas que normalizan esta carencia, reduciéndose así a un desánimo crónico.
Uno percibe que falta algo pero con el tiempo, muchos se acostumbran a ese vacío, asumiendo quizás que hay trenes que no volverán a pasar o para los que no tendrán billete.
La alegría es un sentimiento que no siempre se entiende bien. Lo asociamos a la efusividad emocional, la risa, el movimiento, la conexión con nuestros seres queridos a través de momentos agradables. Sin embargo, es importante señalar que esta dimensión tan humana va mucho más allá.
Johnmarshall Reeve, profesor de psicología positiva en la Universidad de Melbourne, explica que la felicidad es sinónimo de bienestar psicológico. Podemos experimentarlo todos los días de una manera sencilla, simplemente disfrutando de lo que hacemos, lo que somos y lo que tenemos.
Gracias a esta sensación, nuestra memoria mejora, cuidamos nuestra flexibilidad cognitiva e incluso fomentamos la creatividad y damos forma a soluciones más innovadoras a los problemas.
Entonces, ¿qué sucede cuando falta esta dimensión? ¿Qué pasa cuando ya no sentimos el cosquilleo de la alegría? Soltamos una parte esencial de nosotros mismos, aquella a la que están ligadas la autoestima, la identidad y nuestra capacidad de ser felices.
"Los mejores médicos del mundo son: Dr. Gioia y Dr. Tranquillità".
-Jonathan Swift-
Vivir sin alegría: una enfermedad que no hace ruido
Hay un viejo dicho que dice que la alegría es el ingrediente principal en el compuesto de salud.. Y es realmente cierto. Se ha publicado una encuesta de Gallup sobre el estado emocional de la población mundial, donde países como Estados Unidos y Grecia han revelado que más del 50% de la población se siente estresada, ansiosa y con una clara sensación de haber perdido la alegría de vivir.
Además, un tercio de la población de estas zonas dice experimentar ira y un sentimiento constante de ira. Todo esto también afecta a su salud. Este nivel de estrés e insatisfacción emocional a menudo resulta en enfermedades cardiovasculares., un sistema inmunitario más débil, enfermedades psicosomáticas, etc.
Vivir sin alegría no es una buena perspectiva para el bienestar humano, pero parece que esta falta de alegría se manifiesta cada vez con más frecuencia. Asi que, ¿Cuál será el motivo de esta impactante realidad psicológica? La encuesta de Gallup sugiere que hay varios elementos que contribuyen a este hecho.
Dimensiones macro en una sociedad sin alegría
El término "macro" se refiere a esa entidad más grande que va desde lo social, lo político y lo económico. Nos guste o no, estas macroestructuras tienen un impacto directo en nosotros y en nuestra vida. Y lo hacen de diferentes maneras:
- Limitando nuestro sentido de la libertad.
- Al vetar nuestro desarrollo personal al dificultar el acceso a empleos de calidad, a un mejor alojamiento, a hacernos sentir realizados.
- Generando desconfianza. Hoy en día, la gente ya no confía en sus políticos ni en la economía. La incertidumbre parece impregnarlo todo.
Dimensiones “micro”, cuando eres responsable de tu propio bienestar
Vivir sin alegría responde, en su mayor parte, a esos “micro” procesos de los que somos los únicos responsables.
- Perdemos el impulso de la ilusión por la vida cuando no tenemos las herramientas para gestionar el desánimo, cuando permitimos que el estrés se haga cargo.
- Dejamos ir nuestra alegría cuando elegimos estar quietos. Cuando no reaccionas a lo que no te gusta. Cuando no tienes el coraje de impulsar el cambio, cuando surgen la infelicidad, la frustración y la decepción.
- La alegría se apaga cuando convivimos con personas que limitan nuestro crecimiento personal, donde el afecto no es sincero, donde no existe el respeto y no se crea una sensación de bienestar al compartir la vida, los espacios o los proyectos comunes.
- También factores como la soledad, la falta de propósito, la falta de esperanza y la baja autoestima ayudan a mediar en este sentimiento.
¿Qué podemos dejar de vivir sin alegría?
Vivir sin alegría significa apenas sobrevivir, sin entusiasmo, motivación o energía. Estos estados sin duda nos pueden llevar a la frustración, donde surge ese sentimiento a medio camino entre la ira y la tristeza que es tan difícil de gestionar. Nadie se merece este tipo de triste realidad.
- He aquí un primer paso para abordar este proceso. Suponemos que, en cierto sentido, no se puede hacer nada con las condiciones “macro”. La economía, la política, los acontecimientos sociales no siempre están bajo nuestro control. Sin embargo, la dimensión “micro” nos pertenece, somos dueños y dueños de esos microuniversos personales donde podemos realizando pequeños cambios que repercutirán en nuestro bienestar.
- La alegría se puede recuperar asumiendo nuevas metas, cambiando escenarios e incluso personas. El ser humano puede volver a empezar tantas veces como sea necesario y en cada cambio debe acercarse a su mejor versión, a sintonizar con sus auténticas necesidades y metas vitales.
- La alegría no viene con un premio de lotería, ni está sujeta a posesiones materiales. La alegría es ante todo satisfacción personal, es el bienestar que surge cuando hacemos lo que nos gusta, cuando nuestra autoestima es fuerte y seguimos manteniendo la curiosidad y la capacidad de asombro de un niño.
Por último, pero no menos importante, debemos recordar que este sentimiento crece y se expande cuando nos sentimos apoyados, amados; cuando conocemos a esas personas brillantes que hacen que la convivencia sea fácil.
No dudamos, por tanto, en una propiciar los cambios que creamos necesarios para que este sentimiento esencial impregne nuestra vida.